El proceso, de Kafka

Un día cualquiera Josef K es arrestado en su habitación. Acusado de un crimen que desconoce, por jueces que no ve nunca y conforme a leyes que nadie puede explicarle, Josef K se ve inmerso en un proceso en el que se le considera culpable y es incapaz de probar su inocencia porque no sabe de qué se le acusa.

Verdad o mentira, al final no importa. El fondo queda oculto tras la forma, la forma de la burocracia, el puro trámite, las crueles consecuencias de un sistema que parece olvidar rápido las causas que las generaron, donde reina el absurdo y la angustia.

Josef K es diferente al resto. ¿Por qué? Porque es una mujer. Viste como un hombre, se refiere a sí mismo como un hombre, se comporta como tal, pero nuestros ojos y nuestro prejuicio no nos engañan: es, claramente, una mujer. Da igual lo que él se empeñe por demostrar su inocencia. Todos lo vemos, es diferente. ¿Por qué él no es capaz de asumir su delito? ¿Hasta dónde está dispuesto a luchar?

«El proceso, de Kafka», Belén Santa

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